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ensayo
Sano, in-sano, ex-sano
el sonido en el remolino mental
POR Daphne Oram

Parte de su libro An Individual Note of Music, Sound and Electronics (1972), inédito en español, el siguiente texto de la legendaria compositora británica (1925-2003) bosqueja posibles relaciones entre el sonido y la psiquiatría. Con una escritura a veces enigmática, el pensamiento de Daphne Oram encuentra incontables ecos en el presente. 

Las autoridades han publicado recientemente las cifras que muestran cuántas personas probablemente necesitarán tratamiento psiquiátrico en sus vidas. Estas cifras son realmente deprimentes. Se dice que uno de cada once está destinado a pasar parte de su vida en un hospital psiquiátrico. ¿Podrían la ciencia y la música, si colaboraran, ayudar a lo miembros mentalmente sanos de la comunidad…ayudarles a evitar los extremos de  la “retroalimentación incontrolable” y del “ruido blanco ego-aniquilante”? Ambos estados parecen surgir de la falta de control de la energía, al permitir que una energía extra inunde un área particularmente pequeña del cerebro o se desboque al azar sobre el espectro total del órgano.

Cierto tipo de música compuesta en años recientes parece ilustrar correctamente cómo permitimos que mucha energía ocupe un sector pequeño e insignificante de la actividad aural. Esta música emplea repeticiones (o casi repeticiones) interminables de sonidos trillados, que el compositor–intérprete intenta hacer significativos…. pero que el escucha (¿quizás porque no está familiarizado con un estado mental de retroalimentación incontrolable?) tiende a encontrar aburridos y se pregunta, justificadamente, por qué se hace tanto alboroto con tan poco. También puede encontrarse música en las salas de conciertos que muestra el otro estado mental: en ésta, la energía se desenfrena azarosamente por todo el espectro del sonido.

¿Será que la música del “pequeño sector” tranquiliza a aquellos cuyas mentes tienden a desenfrenarse azarosamente? ¿Y será que la música desbocada atrae a quienes tienden a tener fijaciones con la retroalimentación de su pensamiento cotidiano? ¿O funciona a la inversa (la música azarosa le atrae a los pensadores azarosos, etc.)? ¿Tiene la música un efecto mental terapéutico? ¿O permite la indulgencia en estos estados anómalos? ¿Te pide que apagues tu individualidad y entres a uno de estos dos estados de sub-normalidad mental? Si te desconecta de tu individualidad, ¿te impide tener un pensamiento constructivo y, por lo tanto, te imposibilita el uso de tus facultades críticas?

¿Está creando la música una condición terapéutica, un estado benéfico, un antídoto para la condición misma que describe? ¿O encuentras que tus ‘áreas de resonancia’ personales no tienen nada en común con estos estímulos particulares de la música moderna, por lo que esta música no te afecta? ¿Existe la música porque los creadores sintieron que sólo tenían que crearla –sin considerar al público…y si este es el caso…por qué?

Preguntamos por qué, no a causa de las críticas, sino porque, como ya hemos observado, la música puede profetizar tendencias sociológicas y técnicas y, por lo tanto, desempeñar un papel muy benéfico a futuro –pero para que así sea, debemos seguir preguntando: ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?, con cada nueva moda musical.

Tantas y tantas preguntas…y tantos puntos de vista sobre el tema de la composición moderna. Podríamos pasar gran parte de este texto reflexionando acerca de ello…pero, tal vez, estaríamos precondicionándonos para la música, una situación que ya hemos desaprobado. Quizás hagamos mejor en ir a cuantos conciertos como sea posible sin ideas preconcebidas –¡pero con nuestra individualidad de la manera más firme! Incluso si la música apaga nuestra individualidad por un momento, aún tendríamos nuestra memoria del evento. Días después (es más, semanas después), podríamos sacar de nuestros circuitos de memoria aquellas parte de la música que han dejado allí su eco. Entonces veríamos estos recuerdos en distintos momentos, a través de variantes de nuestros circuitos formales, de modo que nuestra individualidad nos permitiera tener diversas ‘vistas’ de la música. Entonces podríamos borrarlas por completo de nuestra mente o bien aumentar su amplitud, para retenerlas en el almacenamiento permanente de la memoria. 

Para acercarse a esas obras sin ideas preconcebidas, ni siquiera sugiero qué obras relaciono con qué argumentos de este texto. Tu propia opinión acerca de las piezas es lo que importa, así que no te molestes en considerar cuáles son las piezas que yo, o que cualquier otra persona, apreciaría o descartaría por completo. Decide por ti mismo cuáles conservarás en tu memoria y regresa a ellas con frecuencia, de modo que ganes en puntos de vista. Sin ideas preconcebidas, encontrarás que es mucho más fácil ‘captar el aroma’ de la música moderna, y una vez que lo hagas el aroma te guiará por caminos musicales fascinantes que, curiosamente, tienen conexiones con mundos muy alejados de la música.

El almacenamiento de la memoria juega un rol importante en la apreciación de la música. Nos permite generar, gradualmente, una apreciación personal profunda por ciertas obras –pues, cuando las retenemos firmemente en la memoria, encontramos que volvemos a ellas con creciente placer, descubriendo un mayor valor de lo que parecía en primera instancia, mientras que otras obras no sobreviven la prueba de las múltiples repeticiones. (Colerdige, pensando en líneas similares, hizo el siguiente comentario en Biographia literaria: “No el poema que hemos leído, sino aquel al que volvemos con enorme placer, posee el poder genuino y reclama el nombre de poesía esencial”). 

Me recordarás que he dicho anteriormente que la memoria ‘colorea’ una señal –por lo que la música, cuando es llamada desde la memoria para ser evaluada después del evento, ya estará doblemente ‘distorsionada’. Cuán claramente vio Montaigne este predicamento cuando escribió estas palabras hace casi 400 años: “Nuestra condición siempre está acomodando las cosas para sí misma, o transformándolas de acuerdo consigo misma, no podemos saber qué son las cosas verdaderamente en sí, ya que nada viene a nosotros más que lo que se falsifica y altera a través de los sentidos.”

Estoy de acuerdo que no podemos saber lo que las cosas “son en realidad”; pero lo que podemos hacer es conservar nuestro derecho individual de verlas en nuestros propios términos, de transformarlas de acuerdo con nuestro carácter y así adquirir una mayor comprensión de nosotros mismos y de nuestras propias habilidades. Lo que importa –lo que más te importa– es que retengan la integridad del patrón de onda personal, el conocimiento de que ese patrón está bajo tu control –capaz de virar de acuerdo con tu deseo y no sólo a merced de un agente externo o de cualquier anomalía interna. Esta integridad de control es la sanidad de la existencia. 

In-sanidad parece ser un giro hacia adentro –desde él, los formantes en las longitudes de onda físicas y mentales apenas están relacionadas con acontecimientos externos al ser humano, escasamente consciente del entorno, porque el ruido de retroalimentación dentro del cerebro ha tomado el control de estos formantes. Cuando las influencias externas, como las drogas, el hipnotismo, los sucesos psicodélicos o las percepciones sensoriales sobrecogedoras, toman el control de los formantes personales quizás podríamos llamar a la condición resultante ex-sanidad. 

Cuando los formantes personales en las tres longitudes de onda están bajo un firme control, lo llamamos sanidad; y cuando la persona ha obtenido un control total y perfecto de todas las longitudes que, cuando así lo desea, puede eliminar la energía principal de su patrón de onda personal desde su frecuencia fundamental hasta cualquiera de sus armónicos, y así ver la vida desde diferentes aspectos, a esto lo llamaríamos super-sanidad.

Hasta ahora hemos relacionado lo sano y lo insano a un control de formantes…control sobre esas señales reiteradas que tienden a aumentar de volumen. ¿Qué pasa con aquellas señales reiteradas que tienden a disminuir en volumen? Cuando hacemos una buena grabación en cinta no sólo tenemos que poner atención a la notas de volumen alto, sino también con aquellas tan bajas en volumen que se acercan al nivel del ruido. Todo amplificador produce una cierta cantidad de ruido ajeno a la señal; una grabadora no sólo introduce ruido de su amplificador (hum), sino también ruido del fondo de la cinta (hiss).

Las compañías que manufacturan las grabadoras publican una cifra para mostrarnos qué tan buena es una grabadora en este sentido –esta cifra se denomina relación entre señal y ruido. Esto nos ayuda a saber cuando la señal, que se va suavizando con cada reproducción, será envuelta por el hiss-hum y ya no será discernible. Si no queremos que pierda su identidad por completo, debemos realzar la señal antes de que se suavice demasiado, al mismo tiempo que debemos cuidarnos de no realzar demasiado el hiss y el hum al mismo tiempo, porque si la señal ha perdido toda validez, sólo estaremos amplificando barullo.

¿Debe el cerebro tener cuidado para comprobar que sus preciosas señales de memoria no se suavicen demasiado y desaparezcan entre el ruido de fondo? ¿Es esto lo que hace mientras dormimos? Las señales, procedentes de una gran variedad de circuitos de retroalimentación de la memoria, situados en todo tipo de “rincones del cerebro”, bajarán peligrosamente de volumen cerca del umbral del ruido. Mientras dormimos, ¿el cerebro los clasifica rápidamente? Si estuviéramos despiertos, la recuperación de estas señales en la conciencia significaría que se amplificarían automáticamente y se volverían a almacenar. No necesariamente queremos que eso suceda. Entonces, tal vez mientras dormimos y nuestra conciencia está al mínimo, el cerebro clasifica y decide qué señales debe amplificar. Como tendrá que revisar todas las señales que han sido reducidas a pianissimo en cada área de la memoria, es posible que tenga que clasificar una variedad enloquecida de señales –¡señales, quizás, sobre sintaxis, fresas, hidroaviones, cumpleaños, concubinas, ferreterías y mexicanos!

Antes nos preguntábamos si la memoria tiene un departamento para la racionalización. Pensábamos que quizás nuestros circuitos de memoria no se molestaban en guardar todos los hechos incidentales sobre un asunto, sino sólo los puntos destacados; estos puntos se recuperarían cuando fuera necesario y el departamento de racionalización proporcionaría una lectura sensible y lógica de este material. Ahora, ¿qué pasaría si, mientras dormimos y el cerebro está clasificando apresuradamente esta loca variedad de puntos destacados, nuestra consciencia se despertara muy levemente? ¿El pobre departamento de racionalización, que debería estar dormido, se vería obligado a trabajar? ¿Tendría que encontrar súbitamente sentido entre los débiles ecos de sintaxis, fresas, ferreterías, concubinas y demás? Sin inmutarse, el cerebro produce una especie de rompecabezas racional, que se presenta de forma casi inconsciente, en la forma de un sueño ¡o una pesadilla! Esta carrera por racionalizar puede ser tan vívida que deje su huella en los circuitos de la memoria y, oh, ¡el sueño recordado puede ser narrado, con lujo de detalles, a la mañana siguiente, a todo aquel que esté dispuesto a escuchar! Contendrá débiles ecos del pasado del soñador…porque eso  es exactamente –un conglomerado de todos esos ecos de la memoria a punto de ser engullidos por el ruido de fondo. ¡Qué tedioso escuchar ese rumor intrascendente de “ecos racionalizados”!

¿Me atreveré a sugerir que hay una contraparte a esto en la música moderna de hoy? Es común que los intérpretes encuentren que el compositor no los ha provisto con mucho más que unos extraños jeroglíficos –meras semejanzas de una notación musical–, puntos, rayas, manchas, círculos, figuras, números, palabras clave. Se le pide al intérprete que haga valer esos débiles “ecos” con toda la fuerza de su departamento de racionalización. Recae sobre él encontrar algún sentido a estos jeroglíficos. Quizás, al leer estos ecos débiles, el departamento de racionalización del intérprete encontrará que se despiertan relaciones claras de tono, ritmo y estructura lo suficientemente fuertes para validar la interpretación; pero ay si los ecos no tienen validez, el resultado para el escucha será el mismo que el de la grabación en cinta –¡nada más que barullo amplificado!

Encontrarás conciertos en estos días en los cuales la música clásica es desintegrada en ‘ecos’ y luego racionalizada en ‘pesadillas’ o ‘sueños inconsecuentes’. Me parece que estos conciertos están diseñados principalmente para liberar y ejercitar los mecanismos cerebrales del compositor y los intérpretes…para destrabar sus circuitos de retroalimentación y complacer sus departamentos de racionalización. Todo suena más a la sala del consultorio de un psiquiatra que a una sala de conciertos,

y quizás muchos de estos compositores pronto encontrarán al público totalmente irrelevante y preferirán no animarlos. (¡Quizás el público sienta lo mismo!)

¿Será este uno de los uno de los roles en el futuro de la música –un método para liberar tensiones psíquicas, para equilibrar los sistemas de control del cerebro? ¿Una psiquiatría-hágala-usted-mismo? ¿Será necesario ser compositor o intérprete para beneficiarse de esto? ¿Se tocará esta música en las salas de conciertos o en casa?

Sólo hago una petición a título personal… ¿podríamos, por favor, tener algo de música para aquellos que consideren que no necesitan tratamiento psiquiátrico?...¿o será que a esa élite no se le permitirá existir?